Description
Prólogo
Tienes en las manos el cuarto libro que HG editores publica con relatos del taller que dirijo, tras Voces de papel (2015), Palabra de taller (2017) y Telar de palabras (2019). Como es tradición, se inicia este volumen con los tres premiados en el concurso de relatos HG, y continúa con una muestra de lo que son capaces algunos de los participantes que han pasado por el taller en los dos últimos años.
Este libro está marcado, como todo lo sucedido en este año 2020, por la intromisión de ese bicho que nos ha trastocado la vida, provocando la COVID19. Se interrumpió el taller, ha afectado a varios de los participantes, la publicación se ha mantenido merced a una batalla en la que todo se ha retrasado, se ha alterado, se ha recortado. Y sitúa una seria incógnita sobre el futuro. A pesar de ello aquí está el nuevo título, con una muestra de lo que se ha escrito, o se ha conseguido, en estos dos años. Faltan muchas firmas, y eso me entristece, pero lo que permanece me vuelve a llenar de alegría, de satisfacción.
Cada uno siguiendo su camino, su evolución, su mayor o menor dedicación a la escritura, pero todos demostrando su capacidad creadora.
Crear arte es la más noble expresión del ser humano y, sin embargo, la gran parte de nuestras sociedades, entre ellas la nuestra, incluidos en primer lugar los dirigentes políticos de cualquier índole, muestran hacía esa dedicación una falta de consideración, respeto y aprecio que la condenan al ostracismo o a ser un mero producto comercial, si acaso. El escritor, el músico, el actor, el pintor, el artesano… no son si no gentes que sobreviven por ocupaciones que les permitan salarios decentes, y no por el quehacer elegido. Ahí la creación pasa a un segundo plano, se convierte en actividad desarrollada cuando se puede, como resulta posible. Salvo en el caso de los privilegiados que, por diversas razones, consiguen ocuparse exclusivamente en su pasión. Un estado de cosas que es una terrible injusticia.
Crear arte en cualquiera de sus ámbitos debiera ser considerado útil para la comunidad, y no un adorno del que si se carece no importa. Frente al desprecio debiera reinar la consideración y el respeto, asumir el papel trascedente que cumple en el desarrollo integral del ser humano.
Pero el arte, junto a la cultura, nos hace más libres, nos educa el sentido crítico, nos da una perspectiva más global del colectivo al que pertenecemos, nos permite mirar los sucesos que nos cercan desde perspectivas diferentes, alejándonos del terrible pensamiento único, el que nos dictan. De ahí que ninguna forma de poder favorezca la creación.
En cualquier caso, y al margen de ese combate eterno entre creación artística y pragmatismo monetarista, este libro es una prueba de cómo la ficción puede entrar en nosotros con sólo proponérnoslo. Es cuestión de que nos abramos a las posibilidades que guardamos en nuestro seno. Y, tal vez, invitarnos a escribir, a pintar, a cantar, a interpretar, o a… nos haga un poco más felices que si sólo pensamos y actuamos según lo que nos marcan para pensar y actuar.