Diario de un cronista apestado

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…Pues eso es este libro. Un canto a la vida retorcida por la peste. Un canto a la felicidad de estar vivo y a la obligación de contar lo vivido. Puede que, con un poco de suerte, se encuentren entre algún párrafo, escondidos detrás de una metáfora o protagonizando alguna de las historias con las que mi mente enferma me atormentó durante los veintiún días más largos de toda nuestra vida. Traten de buscarle algún sentido. Seguro que lo tiene, pues, como con todo en este penar, es el sentir lo que nos mueve. Sintámonos, por tanto, vivos. Vivos y felices. Y que, aún rodeados por la muerte, seamos capaces siempre de vivir.

Eduardo Juárez Valero 

Real Sitio de San Ildefonso 26 de octubre de 2020

Autor: Eduardo Juárez Valero
Editorial: HG Editores
Primera, febrero 2022
Encuadernación: Tapa blanda con con solapas
Páginas: 232
Tamaño: 140 x 210 mm.
EAN: 9788412040951

SKU: HG04095 Categoría:

Description

 

DIARIO DE UN CRONISTA APESTADO

PRÓLOGO

No me imagino persona alguna que quisiera escribir este libro. Yo no, desde luego. Ha sido tan duro este viaje, tan solitario y desesperanzador que no me creí capaz de buscar dentro de mí los recuerdos que constituyen este diario de viaje a través del padecimiento que la pandemia del coronavirus Sars-cov-2 ha grabado en mí. Aún así, he acabado por escribirlo. Supongo que no sé hacer otra cosa para que el sufrimiento que la cercanía de la muerte comporta para un optimista innato desaparezca de forma definitiva. Siempre pensé que la mejor manera de superar los traumas pasaba por expulsar los demonios, de modo que no se me ocurrió otra forma de conseguirlo.

Por otra parte, no hago más que cumplir con los deseos de cuantos trataron de salvar mi vida en los largos días que la peste anidó en mi cuerpo. Era enterarse de que uno suele juntar letras, que rápidamente me proponían poner por escrito todo aquello, como si fuera un plato de gusto hacerlo. También soy consciente de las muchas veces que compartí en el pasado lo difícil y doloroso que es escribir para un servidor. Que cada letra que aparece en el folio se lleva un poco de mi ser, desgastando de punto a coma, adjetivo a perífrasis verbal, la vitalidad que me empuja a saltar de la cama cada día que pasa. Hasta mi querida Pilar me recomendó pensar en un libro para sacar mi mente del agujero donde me había enterrado la enfermedad. En el instante que me lo propuso nació el título del presente viaje, siguiéndole muchas de sus páginas atesoradas en mi mente a cada paso que gastaba camino de la salida del hospital.

He tardado seis meses en escribirlo. Y no he dejado de pensar ni un solo día en la página que me estaba esperando. No sé si mucha gente lo leerá y si traerá más disgusto que alegría a quien lo haga. Para mí ha sido una liberación y un acicate para afrontar una nueva vida que me ha sido regalada no sé muy bien porqué. Otros muchos han quedado por el camino, truncadas sus vidas en la asfixia de los pulmones colapsados y la soledad más absoluta del aislamiento impuesto por las autoridades sanitarias. A muchos de ellos los acompañé en la cercanía, percibiendo cómo exhalaban el último bocado de vida. Quizás me convencí entonces de que era una buena idea escribir toda esta experiencia. Por todos aquellos que no leerán nunca estas páginas, para que su memoria habite estas líneas. Por todos los que colaboraron en sacarme de allí, para que vean que sí hay éxito en el esfuerzo denodado. Y por un servidor, que ha sido agraciado con la más importante de las loterías: el poder vivir para contarlo.

Pues eso es este libro. Un canto a la vida retorcida por la peste. Un canto a la felicidad de estar vivo y a la obligación de contar lo vivido. Puede que, con un poco de suerte, se encuentren entre algún párrafo, escondidos detrás de una metáfora o protagonizando alguna de las historias con las que mi mente enferma me atormentó durante los veintiún días más largos de toda nuestra vida. Traten de buscarle algún sentido. Seguro que lo tiene, pues, como con todo en este penar, es el sentir lo que nos mueve. Sintámonos, por tanto, vivos. Vivos y felices. Y que, aún rodeados por la muerte, seamos capaces siempre de vivir.

Eduardo Juárez Valero

Real Sitio de San Ildefons, 26 de octubre de 2020