Crónicas de un Real sitio. Artículos

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INTRODUCCIÓN

ESCRIBIENDO SOBRE EL PARAÍSO

Aún recuerdo la conversación. Fue hace casi siete años, el 20 de noviembre de 2011. En la puerta del colegio del Real Sitio, hacia las siete de la tarde. Con motivo de las elecciones generales en las que apabullaría la candidatura de Mariano Rajoy, me encontré al Señor Alcalde de este Paraíso. Entre bromas, dimes y diretes propios de aquel funesto día para el partido político que aún hoy día representa, dejó caer una alusión acerca de la figura del Cronista del Real Sitio.

—Vamos a nombrar uno— me dijo.

—Ya era hora—contesté.

Hacía ya más un lustro que habíamos sacado adelante la ordenanza de honores del municipio, esa que se precisa para honrar vecinos y no vecinos que lo merecen.

—¿De quién estamos hablando?— pregunté, curioso de mí.

—Pues de ti— me dijo el Alcalde con esa media sonrisa que tan bien maneja.

Una broma del señor Alcalde, sin duda. Solté una carcajada y volví a preguntar, pero no cambió la respuesta. Ni la sonrisa de medio lado.

—Os confundís —aseguré, sin atisbo de duda— Hay muchas personas que saben tanto o más sobre el Real Sitio y lo merecen más que yo.

—Por eso sé que acertamos contigo— volvió a sonreír y marcho para el cierre de la mesa electoral.

Salí de aquel lugar un poco trastocado por aquella conversación y no comenté nada con nadie. Ni con Pilar. Ni con el Sr. Bellette. Ni siquiera con Ángel Herrerín.

La vorágine de mi vida me llevó de una universidad a otra y de una asignatura intensa a otra peor. De alumnos españoles a otros americanos. Y las vicisitudes del Centro de Investigación Histórica CIGCE me hicieron coincidir en uno de nuestros seminarios con el Maestro de historiadores, el añorado Julio Aróstegui. Un viernes de mayo de 2012, hablando de la internacionalización de la Guerra Civil Española en el 75º aniversario de la Batalla de La Granja. A la vez que compartía con el viejo Maestro un día entero repleto de confidencias y enseñanzas que nunca podré olvidar, le fui enseñando algunas cosillas del Real Sitio. Algo de Felipe V, por aquí; del General Serrano, por allá; del terrible Fernando VII, por acullá.

—Chico, lo que sabes de este pueblo — me dijo entre risas, junto a la fuente del Abanico— Si fuera el Alcalde de este pueblo, te nombraba Cronista.

No sé si fue una premonición o una coña del destino, que uno es poco dado a la poesía. El caso fue que le comenté al Maestro Julio Aróstegui la confidencia del Alcalde meses atrás y cambió el gesto.

—Y, tú ¿quieres ser Cronista? — me preguntó mirándome a los ojos. No supe qué decir y me encogí de hombros.

—Si dudas, es que sí quieres —sentenció Julio Aróstegui— Es una responsabilidad muy grande, que lo sepas. Así que, si aceptas, hazte merecedor de ello— echó una sonrisa y siguió hablando de lo poco que estaba de acuerdo con el trato que Paul Preston daba a la figura de Franco. Al salir mi conferencia sobre periodistas en la Batalla de La Granja —a la que asistieron más personas que a la del viejo Maestro, por cierto— me acerqué al Señor Alcalde, le miré a los ojos y sonreí aceptando.

Desde aquel entonces, he vivido en un sinvivir por este Paraíso amado y al que dedico cuánto tiempo puedo. Dada mi azarosa vida, de un lado a otro; siempre con nuevos proyectos y líos incontables donde uno, todo hay que decirlo, se deja involucrar; con viajes, libros, estudios, investigaciones, decidí empezar a escribir estos articulitos de modo que el Real Sitio estuviera siempre presente y los vecinos pudieran disfrutar de los descubrimientos que, las más de las veces de forma involuntaria, van llegando a mi conocimiento. El diario decano de la capital segoviana, el centenario Adelantado de Segovia, a través de su Directora, comprendió rápido esta idea divulgadora de la historia corriente del Real Sitio y me dio la oportunidad de plasmar en sus páginas lo que ha pasado por estas calles en lenguaje poético, que diría Juan de Mairena.

Y hasta hoy.

Más de setenta artículos recogidos en este primer, espero, volumen, de Crónicas del Real Sitio, donde estoy seguro que todos los amantes del Paraíso encontrarán su página. El objetivo de contar aquella historia que no aparece en la literatura académica ha sido y es el empeño de este humilde Cronista, cada día más abrumado por la responsabilidad, por la falta de tiempo, por el reconocimiento de que me harán falta dos o tres vidas para escribir la mitad de lo que aquí pasó, pasa, pasará.

Desde las juergas de los reyes a los toritos turistas del Real Sitio, pasando por mujeres hermosas en su esfuerzo y olvidadas por la desvergüenza, entre las páginas de este libro he dejado pistas para recordar, conocer, descubrir a ingenieros, políticos, artistas, madres, árboles, Toribios, Gatos, majadas, reyes encriptados o judiones imposibles sacados de porotos chilenos. Y vino. Amistad. Pumares cantando a su Paraíso y Tomás Velasco corriendo en Garmisch con las piernas cargadas o el Señor Bellette jubilándose como César Cardiel y el Profesor Ángel Herrerín adivinando el futuro. Intentando comprender qué hace un penitente de La Granja en el norte de España y cómo se atreven a ofrecerme supuestos judiones del Real Sitio hechos en cualquier otro lugar, pero no aquí.

Todo ello lo encontrarán en estas páginas, a modo de cronicón de la vida y sangre de este Paraíso serrano en el que tengo la suerte de vivir, ya que, en definitiva, a esto se debe un Cronista o eso creo yo: a los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa que, como nos enseñó el Maestro Antonio Machado, son la savia de la vida, la poesía del pueblo.

Pues eso.

Gracias por dejarme ser vuestro humilde Cronista.

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Autor: Eduardo Juárez Valero
Editorial: HG Editores
Primera, noviembre 2018
EAN: 9788494480690
288 páginas. Tamaño 14 x 21 cm.